aluniZare

Estaré aquí hasta que sea posible pedir asilo político en la Luna

10.27.2009

Cierra Soitu.es

Una muy mala noticia para el periodismo en español. La crisis se lleva por delante a Soitu.es, un genuino intento por hacer periodismo moderno de calidad aprovechando en gran medida las posibilidades de Internet. ¿Quisieron abarcar demasiado? Quizá. En cualquiera de los casos, bravo por un buen grupo de profesionales que arriesgaron y que ojalá lo vuelvan a hacer pronto.

1.17.2008

El Regreso

No, que no cunda el pánico que no me vuelvo para las españas. Lo que ocurre es que tengo una noticia que bien merece retomar el blog. Ahí va tal y como apareció hoy en un diario local de cuyo nombre no quiero acordarme. La traducción es mía, pero prometo que no esta adornada:

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GLORIOSO REGRESO CON GOL

Después de doce años de pausa obligada, en la noche del miércoles se produjo el esperado regreso al fútbol de "La galerna de Peña Grande", el conocido futbolista madrileño cuya carrera hacia una segura elección entre los mejores de la historia quedó truncada primero por las lesiones y después por el canguelo a volver a romperse. "No tengo una tercera rodilla, así que le tocaría a alguna de estas dos volverse a romper, y más bien como que paso. Y más desde que el seguro médico me lo pago yo", aseguraba con frecuencia.

Sin embargo, la llamada del instinto fue demasiado fuerte para rechazarla. En una moderada pero voluntariosa muestra de habilidad, "La galerna" culminó además su vuelta a los ruedos con un espléndido gol que demostró que, por mucho que nadie le crea ya en la treintena, él "nació para esto".

"Creo que no me rompí nada, y eso ya es un triunfo en sí mismo. Ya no me acordaba de lo que era terminar un partido de pie", afirmó el futbolista, que mientras atendía a las decenas de periodistas congregados se palpaba incrédulo diferentes articulaciones. "Digáis lo que digáis, lo mío es de dos orejas y rabo", agregó en una frase que, a pesar de su impeacble dominio del inglés, tuvo que explicar durante varios minutos.

"La galerna" se mostró encantado por haber abierto el marcador para su equipo y por finalizar la primera jornada del campeonato como colíder de los goleadores del conjunto. Partiendo de sus ciertos conocimientos de cómo se maneja la envidia y la prensa en el mundo del deporte, el habilidoso artista del balón reclamó la presencia de un testigo. "Es que seguro que ya hay algún blog por ahí diciendo ya que lo metí de rebote o que me pegó en la espalda o que si acaso fue en propia meta".

"Metió el gol él mismo, increíble pero cierto", afirmó su compañero de equipo Greg Whelan (n.d.r.: La credibilidad del testigo está fuera de duda después de que una profunda investigación de este diario descubriese que es su cuñado. Ser familia significa que "La galerna" le va a estar restregando el gol toda la vida. Nadie en su sano juicio mentiría si "La galerna" no hubiera anotado el tanto).

"La verdad es que no le pegó de llenó a la pelota, pero menos mal, porque si no habría acabado en Milwauke (n.d.r.: El equivalente en EEUU a Cuenca). Y se habría acabado el partido para él, porque aquí seguimos a rajatabla la ley de la botella, el que la tira va a por ella", agregó Whelan. "Por cierto no se olviden de poner en el periódico que yo le presté la camiseta y las medias, así queda constancia si, como es previsible, no piensa devolvérmelas", apostilló.

Parafraseando a un ya retirado político de talla mundial, "La galerna" rechazó comentar la apostilla de Whelan: "Eso hoy no toca".

El afamado futbolista tampoco quiso explayarse sobre el desarrollo del partido y sobre todo el resultado final, que fue de XX-2 (n.d.r. censurado por obsceno, pero sí, son dos dígitos). Su única referencia fue una sutil insinuación sobre cierto conflicto de opiniones con la autoridad. "El árbitro estaba comprado. Antes de empezar quedamos en que no se valía trallonar, y ellos no hicieron más que de trallonar y de trallonar. Y el árbitro mirando a Milwaukee", aseguró.

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Gracias a Greg, Mike, Matt, Bryan, Paul, Chris, Rick y Gary, mis pacientes compañeros de equipo en el debut.

7.09.2007

Haya calma, que hay pescado

Lo confieso, lo que realmente me tenía en un sinvivir antes de mudarme a este lado del charco no era el trabajo, las peculiaridades de los aborígenes o si dos días sin afeitar me iban a enviar a Guantánamo como el comodín de la baraja. Lo que me quitaba el sueño (un poco, tampoco es plan de exagerar) era si iba a poder encontrar pescado con cierta regularidad. Y después de un par de semanas, puedo decir tranquilo: "Sí se puede" *.

Quitando una peculiar sopa que hacen en Boston llamada "chowder" (sopa porque se maneja con cuchara, que si fuese con llana lo llamarían cemento armado), el pescado ni olerlo en mis anteriores visitas. Tampoco me imaginaba a ninguno de los zampabollos que se cruza uno por la calle limpiando raspas con paleta, por lo que cuando entré en mi primer supermercado me fui de inmediato en busca de aletas y escamas. Después de pasar por seis pasillos llenos de cajas de cereales y otros tantos de salsas de todos los colores, al final había un mostrador con una pescadería de las de toda la vida. Casi bailo la macarena.

En condiciones normales diría que la selección está lejos de ser espectacular, pero considerando que la mayor aportación culinaria de este país al mundo es globalizar la talla XXXL, decidí darme con un canto en los dientes. Eso sí, más allá del salmón, el atún y dos más, por motivos que saltan a la vista, identificar las especies es harina de otro costal.

Y vete tú a pedirle al pescadero jamaicano que te explique qué es el "mahi mahi" o el "escallard", especialmente después de ver la cara que se le quedó cuando le pedí que limpiase las doradas. Juro que se le pusieron las rastas de punta. De la operación en sí sólo diré que la carnicería fue tal que cuando abrí el paquete en casa no sabía si había comprado doradas o casquería. Irreconocibles quedaron, las pobres.

En otra excursión posterior descubrí que también lo tienen congelado, lo cual tiene importantes ventajas. En primer lugar, tienes la tranquilidad de saber que no te vas a llevar el mero con carretilla, porque lo de las libras y las onzas es como cuando ibas a Italia y un trozo de pizza costaba "venticinque mille lire". Lo que tú digas, salado. Y en segundo, te evitas ver al "descuartizador de Kingston" darle vueltas al pescado mirándolo como si fuera el cubo de Rubik. Que en cualquier momento se va a llevar una mano y encima te vas a sentir culpable por no destriparlos tú mismo.

Como era de esperar, también tiene sus desventajas. Como ya viene cortado, hay que aguantarse con el estilo local, que en el caso del atún y del emperador es en filetes de cuatro dedos de alto. De lejos parece un chuletón de Ávila, en serio. Y no diré nada de esos que ya vienen como adobados... Lo de comprar el resto de los ingredientes para cocinar el pescado es también una historia, pero esa la contaré en otra ocasión. Por cierto, mañana voy a ver a Bush en persona, pero eso es menos interesante. ¿Algún recado?

* Para aquellos a los que Dios les haya privado del don celestial de absorber cultura a través de un balón, "Sí, se puede" es una frase usada en Iberoamérica para armarse de valor para afrontar un desafío que parece imposible, muy extendida en política y en fútbol. No se me ocurre una expresión similar en España sin recurrir a los atributos masculinos. Lo más parecido probablemente es el "Aquest any si" catalán, pero eso es casi más imposible todavía...

6.19.2007

Despedida de Iberia

No, aunque pudiera parecer que hablo de mi adiós a "este país", me refiero a esa compañía de vanguardia en el mundo de las aerolíneas que desgraciadamente sigue siendo casi monopolística en España. Podría hablar del calor húmedo e insoportable que hace aquí, de mi reencuentro con mis anfitriones Emma y Greg, de lo mucho que voy a echar de menos a mucha gente, de mis perspectivas y sueños en esta aventura laboral y personal, y de otras muchas cosas, pero no. Mi primer instinto al llegar aquí es acordarme de los antepasados de algunos de mis compatriotas.

Hace poco tuve la grandiosa oportunidad de disfrutar de las excelencias de Air France, y gracias a su mal trato, poco espacio e impuntualidad estuvieron a punto de reconciliarme con Iberia. No es que me diesen ganas de tatuarme su logotipo en la cacha, pero al menos me gustó pensar que en todas partes cuecen habas. Pero el vuelo que me trajo hasta Washington logró devolver a la "compañía de bandera" a lo más alto de mi ránking particular de las peores aerolíneas del mundo.

El poco espacio y la impuntualidad los daré por supuestos, y obviaré también que la pintura y el logotipo del fuselaje son tan de posguerra que un Airbus 350 nuevecito parece un B-52 reciclado que da cosa subirse. La alegría de la huerta es el personal de cabina. En mi caso eran todas azafatas y de la vieja escuela, de esas que tienen la vida resuelta, contrato de por vida y que ya no se acuerdan de si cuando entraron en 1751 en la compañía hicieron o no cursillo, por lo que el bienestar del pasajero les importa menos que la final del campeonato interclubes de cricket de Gloucestershire, se pronuncie como se pronuncie.

Ya antes del despegue, la que repartía la prensa batió el récord mundial de los 100 metros lisos con "La Vanguardia" en las manos y tacones en los pies. No sólo no le extrañó que de 140 pasajeros por los que pasó ninguno llegase a pedirle un diario, ni que en recorrerse el avión de punta a punta le diese tiempo a decir sólo dos veces "¿prensa?", sino que cuando se lo hice notar para pedirle un ejemplar me respondió con una dulzura sin igual: "Noooo, si yo no tengo prisa, si hasta el miércoles no vuelvo a Madrid". Todo esto aderezado con su mejor cara de bulldog con úlcera, por supuesto. Espero que juntase los cupones para lo que regale "La Vanguardia" (¿una barretina con radio incorporada?), de lo contrario me veré obligado a pensar que lo hacía por joder.

A la hora de servir la comida llegó el momento estelar de la reencarnación de Clint Eastwood con falda. "Bajen las mesitas", nos conminó amenazante con palabra y dedo, que sólo le faltó añadir "de los cojones". Ya con el carrito, la pregunta fatídica: "¿Horca o crucifixión?". Así sonaba, aunque lo que literalmente decía era "¿pollo o paella?". Más de la mitad de los pasajeros eran estadounidenses, pero con la misma iniciativa con la que decidió suprimir el "por favor" de todas sus frases, ella solita dedujo que todos ellos sabían español y que tenían un doctorado en gastronomía ibérica. Qué raro, no fue así, y se vio obligada a explicar en varias ocasiones que se trataba de "chicken" o "spanish yellow rice". Lo de "arroz amarillo" debió tirar de espaldas a muchos, que entonces cometían el error de preguntar cómo estaba cocinado el pollo. "Al chilindrón", chúpate esa. La situación sería de lo más cómica si no fuera porque la azafata era ya la viva imagen de Anthony Hopkins sin bozal. Ya la oía: "Quid pro quo, Clarissssssssssse...".

Con esos comienzos, el vuelo fue de lo más plácido para el personal. Debieron de pensar que tenían el pasaje mejor hidratado de la historia, porque nadie se atrevió a pedir siquiera un vaso de agua. Todo el mundo simulaba que era capaz de ver la película en alguna de las pantallas de 15 pulgadas (¿Pantallas individuales? Naaaa, eso es ciencia ficción), no fuera a ser que te ladrasen por sacar medio pie al pasillo donde Su Majestad de las Profundidades pasaba revista a las tropas.

Afortunadamente, cuando llegó la hora de servir la segunda comida pasábamos por turbulencias y de inmediato empezamos el aterrizaje, por lo que no hubo oportunidad de que nadie se arriesgase a perder una oreja en el intento de averiguar si el pescado venía hervido, rebozado o cómo. Bien pensado, fue una lástima, porque si la mismo del pollo le pregunta qué es "merluza a la vasca", del primer bocado la afeita en plan María Estuardo. Un espectáculo para no perdérselo.

Una vez en tierra, los estadounidenses comentaban asombrados entre sí la maravillosa atención recibida, la perenne sonrisa de la mujer española y las ganas que tenían de volver a España para poder volar otra vez con Iberia. Alguno habló de felicitar a la jauría de azafatas e incluso pedirles la receta del pollo al chilindrón. No me quedé a verlo, pero deduzco que eso no venía en el "Follow Me", por lo que ese sí que debió llevarse el mordisquito.

Ya en la cola de inmigración, todo el mundo volvió a sonreír. Poco importaba que la espera fuera de más de una hora y media, que te obliguen a dar las huellas dactilares, que te tomen una foto como si entraras a la cárcel y te hagan unas preguntas en plan Superagente 86 que parece que quieren que confieses que copiaste en el examen de religión. Ya nos habíamos librado de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, y después de eso las cosas sólo podían mejorar. Ahora sólo espero que Iberia retire su vuelo directo Madrid-Washington y así ya no tendré ningún motivo para volar con ellos. Hasta prefiero ir vía París...