aluniZare

Estaré aquí hasta que sea posible pedir asilo político en la Luna

7.09.2007

Haya calma, que hay pescado

Lo confieso, lo que realmente me tenía en un sinvivir antes de mudarme a este lado del charco no era el trabajo, las peculiaridades de los aborígenes o si dos días sin afeitar me iban a enviar a Guantánamo como el comodín de la baraja. Lo que me quitaba el sueño (un poco, tampoco es plan de exagerar) era si iba a poder encontrar pescado con cierta regularidad. Y después de un par de semanas, puedo decir tranquilo: "Sí se puede" *.

Quitando una peculiar sopa que hacen en Boston llamada "chowder" (sopa porque se maneja con cuchara, que si fuese con llana lo llamarían cemento armado), el pescado ni olerlo en mis anteriores visitas. Tampoco me imaginaba a ninguno de los zampabollos que se cruza uno por la calle limpiando raspas con paleta, por lo que cuando entré en mi primer supermercado me fui de inmediato en busca de aletas y escamas. Después de pasar por seis pasillos llenos de cajas de cereales y otros tantos de salsas de todos los colores, al final había un mostrador con una pescadería de las de toda la vida. Casi bailo la macarena.

En condiciones normales diría que la selección está lejos de ser espectacular, pero considerando que la mayor aportación culinaria de este país al mundo es globalizar la talla XXXL, decidí darme con un canto en los dientes. Eso sí, más allá del salmón, el atún y dos más, por motivos que saltan a la vista, identificar las especies es harina de otro costal.

Y vete tú a pedirle al pescadero jamaicano que te explique qué es el "mahi mahi" o el "escallard", especialmente después de ver la cara que se le quedó cuando le pedí que limpiase las doradas. Juro que se le pusieron las rastas de punta. De la operación en sí sólo diré que la carnicería fue tal que cuando abrí el paquete en casa no sabía si había comprado doradas o casquería. Irreconocibles quedaron, las pobres.

En otra excursión posterior descubrí que también lo tienen congelado, lo cual tiene importantes ventajas. En primer lugar, tienes la tranquilidad de saber que no te vas a llevar el mero con carretilla, porque lo de las libras y las onzas es como cuando ibas a Italia y un trozo de pizza costaba "venticinque mille lire". Lo que tú digas, salado. Y en segundo, te evitas ver al "descuartizador de Kingston" darle vueltas al pescado mirándolo como si fuera el cubo de Rubik. Que en cualquier momento se va a llevar una mano y encima te vas a sentir culpable por no destriparlos tú mismo.

Como era de esperar, también tiene sus desventajas. Como ya viene cortado, hay que aguantarse con el estilo local, que en el caso del atún y del emperador es en filetes de cuatro dedos de alto. De lejos parece un chuletón de Ávila, en serio. Y no diré nada de esos que ya vienen como adobados... Lo de comprar el resto de los ingredientes para cocinar el pescado es también una historia, pero esa la contaré en otra ocasión. Por cierto, mañana voy a ver a Bush en persona, pero eso es menos interesante. ¿Algún recado?

* Para aquellos a los que Dios les haya privado del don celestial de absorber cultura a través de un balón, "Sí, se puede" es una frase usada en Iberoamérica para armarse de valor para afrontar un desafío que parece imposible, muy extendida en política y en fútbol. No se me ocurre una expresión similar en España sin recurrir a los atributos masculinos. Lo más parecido probablemente es el "Aquest any si" catalán, pero eso es casi más imposible todavía...